domingo, 5 de mayo de 2013

Sueños


A veces siento que todos mis sueños se han roto. A veces me siento como una hoja que flota el agua de un río, a la deriva, sin fuerzas para seguir luchando. Siempre he tenido claros dos sueños, el primero es escribir. Desde que era pequeña mi imaginación ha volado con voluntad propia. Primero entre castillos, dragones y princesas. Por mundos fantásticos y mágicos en los que cualquier cosa era posible. Poco a poco esos viajes imaginarios fueron oscureciéndose un poco y llenándose de vampiros y cementerios brumosos. Tumbas de amores no correspondidos y cierta nostalgia romántica. El amor hacia lo oscuro, la soledad, las hojas caídas de los árboles en otoño, así como una irresistible atracción hacia el lado más duro de la música, han llenado páginas y páginas de pensamientos, relatos y algún intento de novela. 
Entonces llegó este blog, donde sin abandonar a mi fiel amigo el lápiz, he ido escribiendo lo que se me ha pasado por la cabeza.  El último intento acaba de fracasar, dejando de lado los colmillos y los castillos en ruinas intenté escribir algo sobre la magia que habita en lo cotidiano, pero el bloqueo llegó en la mitad y ya no he podido continuar.
Cientos de intentos yacen en un cajón, esperando una resurrección, y su autora que siente que nunca podrá escribir esa novela que lleva ya casi treinta años esperando a ser desempolvada. Un sueño roto.
El otro sueño era vivir en una casita en la montaña, desde la que pudiera ver el mar y las olas rompiendo en el acantilado. Sentarme por las noches junto a la chimenea, con un té caliente entre las manos, y soñar mirando a las estrellas. Sujetar un buen libro mientras el susurro del mar canta en mis oidos y, ¿por qué no? escribir alguno de vez en cuando. Pero en mi ciudad no hay mar. 
Mis sueños están rotos y mis fuerzas agotadas. El gris de la rutina y la frustración me ha atrapado. Te succiona sutilmente, sin que te des cuenta y, de repente, abres los ojos y ya no puedes soñar.  

Esta noche pediré un deseo a las estrellas.

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